Fracasar, insistir y volver a ganar
Las oportunidades no se pierden, solo regresan cuando menos lo esperas
Cuando estaba en la universidad, veía a algunos compañeros que ya habían conseguido empleo. Para mí, en cambio, la vida apenas estaba comenzando. Llevaba acumulados once años en el colegio y casi cinco años en la universidad, pero ni un solo centavo de ganancia. Todo eso me generaba una profunda preocupación por mi futuro. Siempre me hacía la misma pregunta: ¿Algún día lo lograré? Escuchaba por todas partes el típico consejo de que estudiar es la clave del éxito, pero yo ya estaba cansado de tanto esfuerzo sin ver recompensa alguna.
Afortunadamente, con el tiempo, la vida que deseaba comenzó a tomar forma. Nada fue fácil ni dependió solo de la suerte. Puedo decir que fue una cuestión de creer en algo sin pruebas tangibles de que fuera a suceder. Conseguí mi primer empleo profesional en el aeropuerto más importante de Colombia. Aunque era un puesto para alguien sin mucha experiencia, fue mi gran inicio profesional.
Después de cuatro años y medio en aquella empresa, me prometieron un ascenso. Sin embargo, algo me hacía sentir extraño: el nuevo director se deshizo de mi jefe, la persona que me había dado la oportunidad cuando cualquier otra empresa me cerraba las puertas. Pero no fue solo él; también despidieron a un compañero ejemplar simplemente porque no encajaba con las ideas del nuevo director.
Poco después, el director del aeropuerto me preguntó si me interesaba el cargo de mi jefe. Me alegré al ver mi primera oportunidad de ascenso, pero me inquietaba la forma en que se estaban manejando las cosas en la empresa que, hasta ese momento, era mi sustento económico. Curiosamente, aquel ascenso nunca llegó. En su lugar, recibí una llamada de Recursos Humanos: mi contrato había terminado.
Por fortuna, gracias a mi experiencia laboral, justo después de esa inesperada noticia, otra empresa me contactó para un contrato de interventoría en seis aeropuertos de Colombia. Fue lo mejor que pudo haberme pasado. Dejé atrás un trabajo con horarios nocturnos y festivos interminables para ingresar a una empresa con un horario convencional de lunes a viernes. Quienes han trabajado en esas condiciones saben cuán valioso es tener estabilidad en los horarios.
Sin embargo, mi sueño iba más allá. Desde antes de graduarme, quería viajar, migrar y expandirme lo máximo posible. Me imaginaba viviendo en Canadá, manejando por una carretera nevada en un carro amarillo. Pero cuando evalué mis posibilidades de migrar, las oportunidades eran escasas, así que desistí de esa idea.
Fue entonces cuando Australia apareció en mi camino. Ahora, desde este país, escribo mi historia. Llegar aquí fue un golpe muy duro. Fue tan difícil que, al comienzo, me preguntaba si mis sueños me habían llevado a una pesadilla. Pasé de tener mi oficina y mis compañeros a trapear pisos y limpiar baños en un centro comercial. No desmerezco ese trabajo, pero la transición fue brutal. Aun así, mi corazón me decía lo mismo que cuando era estudiante: creer, aunque el panorama no fuera claro.
El miedo se apoderó de mí. Pensé que no tendría otra oportunidad, que debí haberme aferrado a lo que tenía. Que estaba pagando el precio de mi ambición. Pero lo único que podía hacer era ignorar esos pensamientos y seguir adelante. Con el tiempo, conseguí mi primer empleo en Australia, y luego otro mejor. Durante este segundo trabajo, comencé a soñar con ser ingeniero de diseño. Me fascinaba la idea de crear piezas mecánicas en un computador. Postulé a todas las ofertas posibles, pero nunca pasaba de una entrevista.
Un día, recibí una entrevista en una gran empresa de ingeniería en Australia. Me preparé con todo lo que tenía. Seguía a expertos en YouTube, repasaba estrategias, reforzaba mi confianza. Llegué hasta la entrevista final con el director de la empresa. Me dijo que el puesto estaba entre otra persona y yo, tras haber recibido decenas de aplicaciones. El salario era atractivo, la oportunidad única. Solo faltaba una última prueba.
Después de presentarla, nunca más recibí una llamada. Sentí que se me escapó una gran oportunidad. Me invadió la impotencia y la autocrítica: "¿Algún día lo lograré? ¿Seré bueno para esto? ¿Y si esto no es para mí?" Tenía la idea que nunca iba a trabajar en esa gran compañía como ingeniero.
El tiempo pasó y llegó una mejor oferta laboral. Lo que me pasó en aquella compañía simplemente fue algo que supere y que me quedó como una mala experiencia. Hoy tengo un gran empleo, me gusta lo que hago y me siento cómodo. Pero la vida, como siempre, tenía otra lección para mí.
Ahora mi sueño es otro: tener vivienda propia. Los mismos pensamientos de incertidumbre resurgen. "¿Podré lograrlo?" A pesar de que no veo cómo, escucho a mi corazón y algo me dice que sí es posible. Pensé en buscar un segundo empleo, algo de medio tiempo. Más esfuerzo, menos tiempo libre, pero todo en la vida es un intercambio.
En mi búsqueda encontré una oferta para operar una máquina CNC. Era un trabajo fácil para mi perfil. Ya no buscaba una posición alta, sino generar otro ingreso. Decidí aplicar.
Cuando busqué la dirección de la empresa que me llamó, descubrí que era la misma que, años atrás, no me había escogido para el cargo de ingeniero de diseño. No me di cuenta al principio porque habían cambiado de nombre. Sentí desconfianza y desgano, pensando que sería otra pérdida de tiempo. Pero ya me había comprometido, así que fui a la entrevista.
En la entrevista me preguntaron si tenía experiencia operando máquinas CNC. Respondí que no solo sabía operarlas, sino también programarlas, y que, como ingeniero, tenía la capacidad de diseñar prácticamente cualquier componente mecánico. El entrevistador quedó sin palabras. No hubo más preguntas por un momento sino un gran silencio. Ni siquiera me consultaron mi aspiración salarial ni mi disponibilidad.
La única duda surgió después fue el por qué había aplicado a una oferta laboral por debajo de mi nivel. Respondí con sinceridad: estaba interesado en generar un segundo ingreso para comprar vivienda, pero no pensaba dejar mi empleo actual. El entrevistador se mostró indiferente ante mi respuesta y pidió a alguien que me diera un recorrido por las instalaciones.
Al regresar a su oficina, simplemente me agradeció por haber asistido y me dijo que me informarían antes de finalizar la semana. Sabía que cumplía de sobra los requisitos, pero intuía que no sería seleccionado. Me sentí como un tonto volviendo a un sitio donde previamente me habían rechazado. De haber sabido que era la misma empresa, no habría aplicado. Pero ya me había comprometido y cumplí con mi palabra.
Sin sorpresa, pasó la semana y no recibí respuesta, por lo que descarté la idea de un segundo empleo. Sin embargo, algo inesperado ocurrió la semana siguiente.
Recibí un mensaje: "Hola, John. De acuerdo con su hoja de vida, creemos que tenemos una mejor oportunidad para usted. ¿Podría venir la próxima semana para discutirlo?" Respondí que sí. Más que por el interés de la oferta era por la curiosidad de saber por que me contactaron de nuevo si no era como operario de las máquinas de CNC.
Esta vez, la entrevista no solo fue con el mismo entrevistador, sino también con el dueño de la empresa y el director de ingeniería. Ellos no parecían recordarme, y yo mantuve en secreto que ya había estado allí antes. Me senté en el mismo lugar donde estuve aquella vez. En mi mente se vino los recuerdos de aquella ilusión que tenía en ese entonces. Sentí mucha nostalgia.
El dueño de la empresa quería saber más de mi. Me pregunto que si tenía familia y cual era mi hobby. Después de responder unas preguntas para entrar en confianza el me ofrecieron un empleo de tiempo completo para apoyar el area de ingenieria.
Yo me mostré dudoso de aceptar la oferta. No me sentía igual de cómodo que donde trabajo actualmente. Ellos insistieron incluso proponiendome mejorar mi sueldo actual. Debido a que me notaron inseguro de aceptar la oferta decidieron ofrecerme un trabajo de medio tiempo como ingeniero, con opción de volverse un puesto a tiempo completo en unos meses.
Acepté. No tenía nada que perder y mucho por demostrar. Así, el destino me llevó de regreso a una empresa que una vez me cerró las puertas. Pero esta vez, no era yo quien buscaba una oportunidad, sino ellos quienes ahora veían en mí un talento invaluable. Las oportunidades no siempre llegan cuando las esperamos, pero si seguimos avanzando con convicción, tarde o temprano, el camino nos vuelve a poner en el lugar correcto.
Mientras tanto, el tiempo avanza sin detenerse, y en este momento solo sueño con tener un hogar propio. Sé que la vida me brindará esa oportunidad en su momento, de una manera inesperada, pero lo que tengo claro es que estaré listo para escribir y contar esa nueva historia.
Tu historia me recuerda que hay que seguir intentando, que cuando parece que las cosas no van bien, surgen cosas incluso mejores! Mucha suerte con lo de la casa, seguro lo vas a lograr!